Había pensado titularlo “Fabricando niños: De recipientes a actores en la educación”que quizás lo encuentre excesivo pero sincerament creo estamos en una situación donde aparte de la negrita y las mayúsculas es difícil decir las cosas y que los que toman decisiones políticas y educativas escuchen. Pero al final he preferido ser más positivo con el título, espero os guste. Ya me comentareis. Hace unas semanas, regresando del trabajo a casa, me encontré con mi niña de 9 años estresada porque al día siguiente tenía un examen en el colegio y no se lo sabía. Esto me hizo reflexionar pues dejé mi chaqueta y estuve de 20h a 22h con ella disfrutando de los contenidos y hablando con ella para que comprendiera. Las conclusiones de esas dos horas las marco en este decálogo:

  1. ¡Vaya horas de estudiar! Cada vez más nuestros niños hacen un horario laboral como los mayores. Algo estamos haciendo mal si hacemos coincidir la educación con el trabajo. Desde luego no tienen nada que ver y muy equivocados estaremos si hacemos que el niño haga horas interminables. Indudablemente es el mayor el que tiene que reducir sus horarios o hacer jornada continua pero no al revés.
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  3. ¡Exámenes, malditos exámenes! El examen no deja de ser, como medida única de evaluación, un recurso medieval y caduco, el aprendizaje se da todos los días y el profesor debe ver la evolución del alumno. Mi niña aprendía a memorizar y soltar los contenidos como un loro. ¡Absurdo! Acaso no hay otra manera de aprender que evaluando, hemos pasado de poner el foco del aprendizaje en la evaluación. Pero ¿qué evaluar? Si al final no mejoramos los procesos de aprendizaje.
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  5.  ¡Comprender con historias! El examen era de Ciencias en inglés y tenía que aprender lo que era una piscifactoría y un pesticida, entre otros. Para mi sorpresa, no tenía ni idea del significado de las dos palabras aparte que en castellano las había puesto como “pecifatoria” y “pestecilla”, lo que ella dice escuchó. Concretamente le expliqué una historia de una piscifactoría a la que se le escaparon muchas doradas y permitió que yo pescara como en la vida, eso sí, todas del mismo tamaño. La historia no se le ha olvidado nuca. Las historias son la vida misma.
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  7. ¡Aprobar el examen, el resto no importa! Para mi asombro, su gran preocupación era aprobar el examen nada más, no comprender, ni siquiera disfrutar del estudio ni de lo que aprendía. Estaba histérica porque no podría aprobar, pero no pretendía aprender sino memorizar y repetir. ¿Tan temprano les inculcamos ser verdaderos seres recipientes y pasivos? Esto no es más que el reflejo claro de un sistema de evaluación del rendimiento que olvidó el viaje del aprendizaje, la maravilla del conocimiento y lo transformó en una obsesión por datos que hacen que los niños se adapten sobreviviendo al sistema. Y el problema es que se le ha vendido a muchos padres.
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  9.  ¡Realidades desnaturalizadas! ¿Cómo se puede desnaturalizar temas que son cotidianos y visibles? Pues en efecto lo estamos haciendo, todo pasa por el maldito libro, lo que no está en el libro no existe. El libro debe ser UN recursos más, no EL recurso. Lo impresionante es que la temática era tan real y cotidiana que se podría haber aprendido con un par de excursiones, unos buenos vídeos y unas prácticas o experimentos con productos del hogar. Y sin embargo se ha desnaturalizado tanto todo que les hacemos aprender de la vida únicamente desde el libro y no desde la experiencia.
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  11. ¡Deberes malditos deberes! Yo sé que muchos padres se quedan tranquilos al ver que sus hijos tienen cientos de deberes. Pero les aseguro que no es mi caso. ¿Acaso no han estado ya casi todo el día en el colegio? ¿De qué deberes me hablan? Lo que tenemos que hacer aprovechar el horario escolar que para eso está, no después. El niño después necesita al juego como el alimento mismo en su crecimiento.
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  13. ¡Fabricamos personas pequeñas pero no niños! Nos obsesionamos desde los modelos racionales de la educación donde hacemos adultos pequeñitos, y claro no funciona bien. La educación se tiene que planificar desde el propio espacio infantil y no desde la organización de los adultos que tienen objetivos e intereses muy diferentes. Este exceso por querer planificar, formalizar y uniformizar genera fabricas auténticas de niños con un molde único, ¡viva la diversidad!
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  15. Pero ¿quién se olvido de las emociones? Alguien desde luego se ha olvidado de las emociones, no me puedo creer que a estas alturas del siglo XXI sigamos con modelos donde no se hable y sienta con los niños. Donde no se les permita expresarse emocionalmente y donde no se les enseñe a gestionar ese torbellino emocional que muchas veces sienten. Debería la mitad del temario ser puramente emocional si me piden opinión. El resto con madurez y equilibrio se aprenderá y comprenderá mucho más rápido con el tiempo.
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  17. ¿Y eso que llamamos valores? Otra área que debería guiar y ser materia obligatoria, comprender los valores sociales y familiares y saber reflexionar en su comprensión y aplicación. Los niños con valores son el verdadero “valor” de una sociedad plural y moderna. Compartir en juegos valores de cooperación , altruismo, solidaridad y muchos otros son los que conforman la red social que garantiza una sociedad y un país con futuro.
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  19. ¡Periodos de descanso infantil, relájense con los niños por favor! Los niños necesitan descansar y desconectar cada cierto tiempo (cada mes, cada mes y medio,…) para tener después más energía y aprovechar mejor las aulas. El trabajo como hemos dicho se tiene que dar en el aula, y el niño después, como niño que es, tiene que seguir jugando y creciendo acorde a su periodo madurativo.

Pero aparte de estas diez recomendaciones, me surge una pregunta ¿Hablamos sólo de los niños? No desde luego, este decálogo es generalizable a toda la educación, colegios, institutos, universidades…, por eso necesitamos actores que sean capaces de crecer y transformarse con la educación, pero auténticos agentes de sus vidas, no meramente instrumentos pasivos de la educación. Los profesores, los padres y otros agentes principales son claros facilitadores del proceso y deben asumir su trabajo en sinergia para obtener lo mejor de nuestros jóvenes. Con la educación no se juega, nadie debería creerse con derecho a jugar con ella. Realmente necesitamos un cambio en el sistema, un cambio en el concepto de aprendizaje y gestión conocimiento, y para ello necesitamos más que nunca comprender que no es solo una cuestión de estructura sino de mentalidad y paradigma socioeducativo.