Un buen amigo hace tiempo me contó una historia de un catedrático de universidad ya retirado que a sus casi 90 años le había recibido en casa. Al cabo de una hora, le comentó que le disculpara pues tenía otra visita. Intrigado mi amigo, le preguntó sobre la visita. La respuesta fue sencilla: “Estoy esperando a mi profesor de ruso”. Mi buen amigo, al cual hace tiempo no veo, me lo comentó como ejemplo del aprendizaje y crecimiento continuo, y a mí siempre se me quedó grabada aquella historia. Me hace reflexionar sobre nuestros límites profesionales y las barreras que nosotros mismos nos creamos. Eso de “loro viejo no aprende” tristemente sigue en muchas mentalidades. Pero para mi, llevar esta historia en mi consciente, me da fuerza y energía para seguir luchando por mis retos y objetivos, y sobre todo me impulsa a seguir disfrutando de la vida. Pensamos que es la biología la que nos limita, pero estamos aún muy lejos de poder llegar a eso, somos embriones en potencia, y creemos que ya estamos evolucionados. La evolución de la mente está aún en pañales. Ese es nuestro verdadero reto en este siglo que afrontamos. ¿Qué opinas?