Si, ya sé que debería haber puesto atrévete pero no es ese el mensaje que quería mandar. Quizás debería haber puesto “me atrevo”. Sí, me refiero al salto, al paso adelante, al momento de indecisión. En realidad muchas de nuestras decisiones han sido tomadas en milisegundos y sin embargo han afectado en gran medida nuestras vidas.

Pero nadie nunca nos enseñó a tomar decisiones, sobre todo estas, las que importan. Y es que es fácil recomendar atreverse, sobre todo desde la posición del otro. Pero seguro que el que recomienda también pasó algún momento que le incitaron a atreverse y no escuchó. Y es que todos tenemos nuestros tiempos, nuestras fases, más o menos opacos, de mayor o menor ambigüedad, de mayor o menor contradicción, de más o menos búsqueda, de mayor o menor profundidad. Y claro por eso, no sólo es que la persona adecuada diga cosas sino que además estemos en el momento preciso para escuchar. Por eso es tan importante ser receptivo al cambio de los demás, al momento de permeabilidad donde uno está poroso y abierto a ideas, sugerencias, o sencillamente a un abrazo.

Todo en realidad es lo mismo, es quizás el momento donde uno al final descubre de un diminuto espacio exterior una fuerza motivacional que le incita a atreverse. Y no sabe muy bien por qué, pero un día lo hacer, y se atreve. Y descubre que ya está, que no costaba tanto,  pero ese es nuestro aprendizaje individual, porque en el temor como en el amor no hay clichés que valgan. Son o tu temor o tu amor, de nadie más. Y claro, ese es un espacio altamente confidencial y diverso. Tú diversidad no es la del otro.

Sencillamente, cuando te atrevas podrás decir eso de atreve-me.