Cuando una persona da un paso adelante, parte de un punto determinado, mira al horizonte y se pone en acción. Con lo fácil que es andar y lo dificil que es dar un paso a veces en la vida. En realidad, nuestra propia naturaleza nos enseña a observar el entorno y reaccionar a él. Algo hemos hecho en esta sociedad y en nuestras organizaciones para perder nuestra capacidad de mirarnos en los demás, para perder la mirada del entorno. Y todo ello nos ha llevado cada vez más a un narcisismo colectivo donde el ser humano es el centro del universo. Ese centro nos hace perder la perspectiva relacional, la perspectiva incluso cuántica de nuestro propio ser. Y ahí es donde caemos en esa catoptrofobia organizativa, pues no somos capaces de vernos en los espejos de la vida y de la organización. No somos capaces de ver la mirada del empleado herido, la mirada del compañero abandonado, la mirada del vecino ausente, la mirada del superior hastiado, … Pero igual ante este panorama usted se plantea que seguramente no es que no se vea sino que no se quiere mirar. Pues sí, tiene mucha razón. Parecer ser que no queremos ver, y que después de mucho tiempo de entrenar esta miopia observacional, acaba instaurándose en nosotros generando una “incompetencia” estable. Esta ancla profesional nos impedirá ver a los demás. Es nuestra propia catoptrofobia. No lo dude, si le cuesta mirarse al espejo, es solo cuestión de volver a entrenar.