Dali: “El acto de dormir es una especie de monstruo sostenido por las muletas de la realidad”
No me digan que no les ha pasado el decir cosas que tienen que ver más con sus ideales de su vida que con la realidad. En la psicología eso se llama la discrepancia del self o de la identidad. Y en efecto es algo consustancial al ser humano. Es necesario soñar y desear. Sin sueños ni deseos mejor plantearnos si la tensión está baja o si nuestro pulso anulado. La cuestión por lo tanto está clara, necesitamos soñar e ilusionarnos, pero el detalle de importancia que añadimos es hasta que punto ese sueño ideal de nosotros mismos dista o no de nuestra realidad.
Esta distancia es como en un plan de dirección por objetivos, objetivos retadores pero alcanzables pues si no minamos la moral. Con nuestro self lo mismo, sueños retadores y alcanzables, pues si no devaluamos nuestra autoestima. Por lo tanto estamos diciendo que nuestro self es material frágil y delicado, y debemos protegerlo. Algunos lo hacen muy bien, lo protegen tanto que lo pierden de vista y ya no lo encuentran más. Viven en sus devaneos ilusorios, rodeados de fantasías animadas que les hace ser felices. Otros, lo protegen continuamente pero saben donde está, con lo que son conscientes de su discrepancia y sufren mucho. Pero el sufrimiento les paraliza, y por lo tanto esa situación se convierte en crónica. Y por último están quienes lo tienen a mano, quienes lo enseñan, quienes son transparentes, quienes logran plantearse sueños y deseos alcanzables y luchan por ellos.
Díganme ahora a cuál de los tres perfiles pertenece usted. Esto es casi un acertijo. Si es del tipo 1 (lo esconde y no sabe donde está) seguramente me conteste que es del tipo 3. Si es del tipo 2 (lo esconde pero sabe dónde está) seguramente alimente su depresión y sufrimiento. Y si es del tipo 3 (lo muestra y lo acaricia) será seguramente al más crítico e igual dice que es tipo 1. Así que ojo, con lo que dice o con lo que le dicen, pues como ve suele distar de la realidad.
Con el coaching auténtico, hacemos lo que decimos y nos aproximamos tanto como podemos en el día a día. La constancia en la búsqueda de nuestros ideales es diaria, requiere esfuerzo y conciencia. Y por eso, necesita alimentarse continuamente. El coach puede ayudarle mediante su figura externa a hacer frente a sus ideales y a convertirlos en ideas más cercanas a usted. Al fin y al cabo él no hará nada especial más que acercarle a usted mismo. Ese del que a veces nos alejamos tanto. El coach es un espejo de su idealidad o realidad, es un reflejo de usted. El coach es el espejo, el coachee o profesional pone el contenido y la actitud. La acción es del profesional, el coach establece entornos y da información según la percibe. Sin juicios, sin manipulaciones. Sencillamente pone encima de la mesa lo que percibe con respeto. De ahí proviene su fuerza y potencia, es el profesional quien se hace responsable de sus decisiones y cambios.
Es nuestra responsabilidad y libertad elegir ser conscientes de nuestros actos o dejarnos llevar por nuestras ilusiones sin aterrizarlas.  Mencio, un filósofo chino confuciano decía que “El hombre tiene mil planes para sí mismo. El azar, sólo uno para cada uno”.
Ya lo decía Calderon en 1635 cuando Segismundo encerrado en la torre acaba con el monólogo: ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.