Hace poco estaba en Manchester en un congreso de Recursos Humanos y mientras tomábamos el café entre diferentes ponencias se nos acercó un camarero a ofrecernos bebida. Me imagino que por el acento le pregunté si era español, me contestó que sí, del norte de España. Con algo de curiosidad y preocupación me interesé por su caso y me comentó que ya eran un grupo de españoles grande y que seguía creciendo, sobre todo por el excedente que decían notaban ya en Londres. Me lo decía con la tristeza por un lado y con la resignación por otro de quien tiene que seguir luchando por su futuro profesional. Era licenciado en Historia y había hecho un master de especialización. Ahora vivía como podía para mejorar su inglés y ganar empleabilidad. Este era el caso de muchos de ellos.


Cuando me fui a pasear por la ciudad para desconectar un poco me vino de nuevo a la cabeza el caso de nuestro querido joven universitario y camarero. Y me puse en las dos vertientes. La primera era que yo para conseguir mis estudios también tuve que trabajar de camarero fines de semana y veranos. Hice de todo en realidad, corté troncos de naranjos para madera de hornos, fui Courier de DHL durante seis meses, fui mensajero con moto, conduje furgonetas e incluso tenía el carnet de camión y algún trayecto tuve que hacer a nivel local. Podría seguir con la lista de trabajos que tuve de joven para poder vivir, o mejor dicho sobrevivir. Pero ¿por qué yo no lo viví como se vive ahora? ¿Qué diferencia había? ¿Acaso no era lo mismo que ahora? ¿Acaso antes no vivíamos también en una alta precariedad? ¿Qué había cambiado? … Entonces pensé en estas nuevas generaciones de jóvenes y lo comparé con mi juventud. Y lo vi claro. Las condiciones no eran las mismas. Yo vi a mis padres luchar por tener trabajo y darnos de comer, a mis hermanos trabajar duro para llevar algún jornal a casa.

Sin embargo, gran parte de nuestros jóvenes han tenido mejores condiciones afortunadamente y los hemos socializado en un nuevo tipo de sociedad. Solo que a ellos les hemos cambiado las reglas del juego sin avisar. No los preparamos para esto. No les dijimos todo lo que podía venir porque ni siquiera nosotros lo sabíamos. Nos hemos visto inmersos en un experimento macroeconómico que nos ha superado y que ahora pagamos todos. Y más nuestros jóvenes. Claro que se adaptarán, que tendrán que viajar, que sobrevivirán como hicimos nosotros. Pero a mi no me engañaron así, a mi me dejaron muy claro desde el principio cuáles eran las reglas del juego. Y jugué claramente con todas las cartas que pude. Pero eso no es lo que ha pasado ahora. De un día para otro te han dicho que ni mejorando tu inglés, que ni con todas tus cartas tienes apenas posibilidades de empleo. Y que, como mi joven amigo, solo te queda una salida, salir… No quiero martirizar a la juventud, pero creo que algún día merecen les demos una explicación de por qué los socializamos para una cosa y después les dimos la espalda. Me imagino el impacto generacional que tiene, y que como todo en la vida, siempre hay soluciones, incluso las que en su momento no pensamos ni que lo fueran. Esta entrada de blog está dedicada a los miles de jóvenes que se están yendo “a hacer las américas” y que ni siquiera tuvieron opción. Esos jóvenes que se llevan el talento por sombrero y que espero un día puedan usar, pues todos merecemos el respeto y la dignidad humana de trabajar con nuestro talento.