¡No! ¡Yo no soy de esos que no ven que todo cambia! ¡Yo cambio!¿Qué no lo veis? Este diálogo lo mantenemos todos por dentro. Observamos a aquellos que se resisten más al cambio que nosotros, ellos son los no adaptados, pero seguro que hay alguien que nos observa a nosotros ¿lo has pensado? El cambio es relativo, tan relativo, que podemos convencernos de aquello que queramos. Al fin y al cabo es lo que siempre hacemos.

Las personas se adaptan, y echan raíces, muchas raíces, sin darse casi cuenta eso sí. Sencillamente se atrapan, o se ven atrapadas por filamentos invisibles. Pues si fueran visibles seguramente no podríamos vivir igual. Imagina ser consciente que estás atrapado en tu indiferencia, en tu apatía, en tu parálisis, … ¿Qué sentirías? Y sobre todo ¿cómo reaccionarías? No se si podríamos aguantarlo, de hecho por eso el existencialismo no triunfa, vence el optimismo, la alegría ponderada capaz de transformar todo con esa doble capa de parafina colorida que nos permite vivir y sonreír. Si nos viéramos atrapado sencillamente seríamos conscientes y eso sería grave, sí, muy grave. Ser inconsciente de muchas cosas por eso tiene ventajas, quizás la de la supervivencia, la de tener un día a día que afianza y nos proyecta hacia el futuro.

Pero no nos engañemos, el autoengaño es nuestra esencia, la cuestión quizás es ¿cuánto? Y todo relativizado claro. Uno dirá que es el más innovador del grupo, pero seguro ese grupo es conservador para otro. Y así hacia el infinito todo el mundo se ancla en su cambio. Pero el anclaje es más bien a la resistencia al cambio. Parece que las cosas no llegan a cambiar, las mismas decisiones políticas, las mismas decisiones por confianza y no por talento. Al final ¿qué es lo que cambia? El entorno, sí, el entorno cambia mucho y rápido. Y es imposible estar ajeno a ello. Pero ¿cómo afrontarlo? ¿cómo sé que en realidad cambio y no vivo el autoengaño?

Espejos, claro , pregunta a los demás no te ensimismes. Pregunta y que te digan. Igual te dicen que has cambiado. Pero si te lo dicen así ¿es malo o bueno? “Parece que has cambiado” le dice. Y con el tono con que lo dice es como si ya “no eres el mismo” claro. Y eso parece no ser bueno. Entonces ¿el cambio no se bueno?

El cambio genera:
1. Miedo, sencillamente miedo.

2. Duda, ya no sabes cómo valorar al otro, “ha cambiado”

3. Percepción de inestabilidad. Si cambias es que no eres estable, y adiós al modelo heroico de la estabilidad.

4. Autoengaño, pues cambio sin cambiar.

5. Sensación de derrota por no haber garantizado tu confort.

Pero el cambio también es fuente de muchas cosas:

1. Diversidad en tu vida.

2. Acercamientos a la originalidad en tus acciones

3. Nuevas posibilidades en tu vida

4. Autodescubrimiento

5. Ampliar horizontes y perspectiva mental

6. Nuevos retos

7. Objetivos insospechados

8. …..

Me parece que tenemos más que ganar con el cambio que perder. Aunque claro, eso lo tiene que ver cada uno.

Sin embargo, sigo encontrándome organizaciones ancladas en lo cotidiano. Ajenas al entorno, parapetadas en su agonía homogénea. Y es ahí donde se dan los mayores cataclismos.

¿Qué podemos hacer para potenciar más el cambio? Si en realidad no se es consciente y no se ven esos hilos invisibles que nos atrapan a nuestros hábitos, ¿cómo superarlos?
Este es el verdadero reto de cada uno de nosotros, no hay respuestas, sólo tus respuestas, es aquí donde tú intervienes en esta entrada, es tu respuesta la que puede comenzar a hacer brotar una fuente de cambio que no sospechabas. Sólo tú puedes hacerlo, está en ti. Así que yo me retiro y me voy a ver si me cambio.